Hoy tampoco hay fiesta.

Como dice mi novio: ya he sufrido mi primera agresión homofoba. O como digo yo: he tenido que ver como le pegan una paliza de infarto a mi novio sin poder evitarlo porque eran tres. Afortunadamente para mi solo tengo la mano abierta y una brecha en los nudillos pero para Ignacio no hubo tanta suerte. Una botella rota in the cabeza y ya que estaba inconsciente una buena lluvia de patadas y puñetazos.
¿Qué si tuviese un palo no dudaría en romperselo en la cabeza? No, sin duda. Pero que mejor hacérselo a sus novias y que ellos pasen la noche temiendo si se quedará tonta para toda la vida, casi me gusta más.

Pero claro, las supuestas de estos niñatos (pues niñatos eran) no serían nunca ni la mitad de mi novio (entre las tres). Desde luego no tendrían el riesgo de perder una tesis verdaderamente brillante, ni dejar de impartir clases, ni perderían un futuro académico prometedor. Porque esta gente solo puede tener la cabeza hueca y tan inservible como para tener que meterse en la vida de un par de “bujarras” solo porque vayan del brazo y uno casualmente cojee. ¿Qué interés tienen en con quién hostias te acuestes? ¿Te lo están pidiendo a ti? Fóllate tú a cualquier florero que te aguante y deja te interesarte por el sexo de los demás.

Por suerte ya tengo a mi niño en casa y va mejorando lentamente. Por suerte digo para mí, y para tanta gente que le conoce, porque, a diferencia de cualquiera de esos tres mal nacidos (que resultaron al final bien cobardes huyendo los tres de un maricón armado con un móvil) Ignacio enriquece la vida de todas las personas que le conocen, no solo la mía.